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Asturias, realidad y leyenda


"Paisajes y leyendas de Asturias"

"Una naturaleza privilegiada, lo acogedor de sus habitantes, el sentido de
la amistad y lo inagotable de sus historias, hacen que el viajero se
reencuentre con una humanidad casi olvidada".

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Estas palabras son anónimas, pero quería citarlas porque ilustran a la
perfección el destino al que hoy iremos.

Hoy la idea es transportarlos hasta un rincón de España que queda al
norte, que baña sus costas en el Mar Cantábrico, que tal como dice la cita
con la que abrimos, tiene una naturaleza privilegiada, con gentes maravillosas, con historias y leyendas inagotables y que además lleva un nombre de sangre azul: el Principado de Asturias. Un paraíso natural, tal como reza su slogan oficial, en el que se distinguen tres paisajes bien diferenciados, cada uno con sus propios colores: al norte, como les decíamos, el Mar Cantábrico, en el centro, valles y bosques y al sur, la cordillera cantábrica, un paisaje de montañas majestuosas que alcanzan su máximo esplendor en los Picos de Europa.

En la puerta de embarque de nuestro Mapamundi de hoy, ya les comento
entonces cuál es la propuesta: viajar por una geografía pocas veces vista,
que es la que enmarca a este Principado que abarca 10.564 kilómetros cuadrados y tiene un poco más de un millón de habitantes. Iremos saltando como langostas entre montañas, valles y acantilados, a cada paso descubriendo un pueblito escondido, detenido en el tiempo y descubriendo también leyenda fantásticas que harán volar aún más nuestra imaginación. Intenten concentrarse y visualizar los paisajes que vamos a recorrer hoy.

Un cultura cargada de mitología

Cuando al principio les hablé de que en Asturias nos encontraríamos con
gentes maravillosas, no me refería solamente a seres reales, de carne y
hueso. De esos hay muchos, pero también hay un sinfín de seres mitológicos
que conviven día a día con la realidad de Asturias, que se cuelan en los
bosques o en las casas, leyendas increíbles que los asturianos van
trasmitiendo de generación en generación y que están incorporadas a sus
vidas y a sus costumbres. A lo largo del programa les voy a ir contando
algunas de estas leyendas. Para eso me compré un libro de Mitologías
Asturianas cuando estuve allí al que voy a recurrir para contárselas casi
textualmente. Así que para entrar efectivamente en el clima de Asturias,
les cuento una sobre las Xanas. ¿Quiénes son? Ninfas o hadas benéficas.
Tienen un aspecto totalmente humano, aunque muy bajitas. Suelen ser de
extraordinaria belleza como explica Gallastegui, el autor de este libro de
Mitologías Asturianas. Tienen pelo muy largo y son morenas. Supuestamente,
eran las mujeres de los moros que cuando se fueron, dejaron a sus mujeres
allí, solas, y éstas se fueron a vivir en cuevas. Por eso generalmente se
las asocia a las cuevas, a las fuentes y a los ríos. En las profundidades de
las cuevas, ellas guardan sus tesoros. En las puertas, colocan tenderetes con peines y tijeras de oro y plata, algunos dicen que para llamar la atención de la gente que justo pasa por allí, para que las vean y las desencanten. Por norma general, las Xanas suelen ser personajes benéficos: pagan con alhajas los favores que les hacen y vuelven ricos a quienes las desencantan. Una de las historias más asombrosas cuenta de una mujer que se topó con una xana en la orilla de un río... la mujer lloraba porque no tenía dinero para alimentar a sus hijos y la xana, le regaló sus propio dedo gordo del pie, convertido en oro macizo.

La batalla de Covadonga

Los orígenes de estas leyendas son tan remotos que nadie los conoce con
exactitud. Tan remotos como los primeros asentamientos humanos en Asturias. Pero nosotros, en nuestro repaso por la historia de este Principado, vamos partir del Siglo VIII, fecha de una batalla decisiva en la historia de toda
España. La batalla de Covadonga en el año 723.

España se encontraba prácticamente en manos de los árabes hasta que un recién nombrado rey, llamado "Pelayo", logra la famosa victoria contra los musulmanes desde la localidad de Covadonga. Esa batalla fue el primer paso hacia la reconquista de España. Por eso hay un dicho asturiano que reza: "España es Asturias, el resto, es tierra conquistada". Así que suena lógico que los lleve hasta Covadonga, cuna de la Reconquista. Allí tienen que visitar el Santuario de Covadonga. Imagínense el lugar: en el corazón de un valle
bien verde, encerrado por las majestuosas cumbres de los Picos de Europa.

Sobre unas enormes rocas, se encuentra la célebre Cueva Santa que guarda la
imagen de la Virgen de las Batallas, la patrona de Asturias. La tradición
le atribuye a esta Virgen, la victoria de Pelayo. En medio de la cueva,
un altar, donde descana la imagen de La Virgen, tallada en madera, una obra
del Siglo XVIII. Todos los años, en el mes de setiembre, miles de cristianos
llegan en peregrinación hasta la Santa Cueva. En la explanada de la
Basílica de Covadonga, está la estatua de Pelayo, en bronce, coronada por la
Cruz de la Victoria, la que llevaba en la batalla y la que dicen, le fue
entregada por la propia Virgen. En homenaje a la valentía de Asturias,
es que en 1388, se constituye en Principado. Hecho que desde entonces,
confiere a todos los herederos de la corona española el título de Príncipe
de Asturias. Hoy en día, el Príncipe de Asturias es el apuesto y soltero
Felipe, hijo del Rey de España. Cada cuánto visita su Principado, no tengo
idea, pero el título lo lleva.

Paisajes asturianos

Comprenderán ahora, el orgullo que sienten los asturianos por su gente y su historia. Y también por su tierra. Si quieren disfrutar del verde y las
montañas, continúen por la ruta hasta el Mirador de la Reina desde donde
tendrán una vista espectacular de los picos rocosos de la Sierra de Covalierda. Y si continúan un poco más, verán cómo se abre el paisaje de montañas, un capricho de la naturaleza que llaman "garganta divina" para dar lugar a dos enormes lagos. El de Enol y el de Ercina (foto). Dos inmesos espejos que reflejan todo el verde que los rodea y los picos que los encierran. Paz absoluta.

El único sonido es el de las campanitas que cuelgan del cuello de las vacas que pastan despreocupadas a nuestro alrededor. Por un momento, me sentí Heidi. Recuerdo que había una cabañita en el medio de toda esa nada... ¿Quién viviría allí?, me pregunté. Una mujer, de no más de 30 años. Sola. Una pastora. En la puerta de su cabaña, que tenía un cartel que decía "refugio de montaña", había instalado una especie de bar improvisado que vendía refrescos y agua para los turistas que cada tanto pasan por allí. No lo pude resistir y me puse a conversar con ella. Tenía modos muy toscos... Era lógico, su contacto con seres humanos era mucho menos frecuente que el que tiene permanentemente con el ganado y la naturaleza. Le pregunté si extrañaba la civilización, si cada tanto iba a algún pueblo... en fin, cómo era eso de vivir sola en medio del campo. "Este es mi lugar en el mundo", me contestó. "Nunca me
aburro". Me pareció fascinante... Admirable. No que yo pudiese llevar esa vida, lamentablemente, soy una de las tantas que se dejó convencer de que es imposible vivir sin los chiches que inventó la tecnología, sin el cemento y sin el ruido urbano. Ahora, unas vacaciones para sumergirse en la paz de los paisajes naturales, eso sí.

Un duende contra los curas...

Les voy a presentar un nuevo personaje de la mitología asturiana. El Nuberu. Legítimo descendiente de los hacedores de tormentas de los cultos animistas más antiguos. Es un duendecillo malo, muy malo. Se dedica a provocar desastres por todos lados. Suele andar por las nubes, de ahí su nombre. Hace que las nubes vayan a gran velocidad. Siempre va cargado de truenos y los hace chocar entre sí. A las nubes las obliga a soltar toda el agua y el granizo que llevan. El Nuberu asturiano, tiene nombre y apellido. Se llama Juan Cabrito y parece que viene de Egipto. Así dice la leyenda. Los historiadores han concluido que alguna vez debieron llegar fenicios a Asturias en busca de riquezas. Y resulta que Juan Cabrito está casado, tiene hijos y hasta un criado. ¿No es fantástico? Pero la imaginación asturiana no termina ahí. Parece que el nuberu tiene una particular aversión hacia los curas desde que estos prendieron los conjuros necesarios para liberarse de ellos. Uno de los métodos de ahuyentamiento que más temen los nuberus, son las campanas de la iglesia, por ejemplo.

Supuestamente, en el sonido de las campanas, va un conjuro que dice: "Detente nube y nublado, que Dios puede más que el diablo. Detente nube,
detente tu que Dios puede más que tu." No perdemos nada con aprendernos ese conjuro y ponerlo en práctica en algún día de esos muy feos que a veces trae el invierno. En una de esas, da resultado...

Igualmente, en este viaje de Mapamundi por Asturias, no tenemos por qué temerle al nuberu. Porque mi visita fue en primavera y la costa de playas del Principado, brillaba con el sol. Asturias tiene 354 kilómetros de costa, un Mar Cantábrico que rompe furioso en olas de espuma blanca contra los acantilados escarpados, con calas de agua limpia y transparente, con playas espectaculares de arena fina y cada tanto, un pueblito de pescadores que tapizan sus puertos con barcazas, velas y redes secándose al sol. Yo visité Cudilleros, así se llama este pueblo casi como incrustado en la montaña, con todas las casitas blancas y techos de tejas que bajan como en escalones por la pendiente de la montaña hasta el puerto, juntándose con el mar. La vista desde el puerto hacia el pueblo es un cuadro...hasta que algún gato que se pasea por los tejados nos recuerda que el paisaje es absolutamente real.

El olor a mar, las gaviotas revoloteando alrededor de los pescadores, y los mariscos exquisitos que probé por las costas asturianas, no se me van a olvidar. Si van, háganse un ratito y vayan hasta el Cabo Vidio, la saliente más pronunciada de la costa asturiana, donde está el faro. Desde allí van a tener las mejores vistas y las más amplias de las playas y los acantilados del Principado. Suele haber mucho viento en ese cabo... obviamente, los asturianos se lo atribuyen al nuberu. Pero bueno, nos alejamos de la costa porque tampoco hace tanto calor como para bañarnos en el mar. Es primavera, una estación ideal para disfrutar del verde de Asturias. ¿Quieren que les recomiende un lugar en pleno pleno verde, para pasar unos días? Queda en medio del bosque de Pumares, en la comarca de Oscos, a 40 kilómetros de la costa. Una zona que parece alejada de la mano de Dios, lejos de las telecomunicaciones y tal vez por eso, su gente se conserva tan pura, simple y amable.

Se trata de un tipo de establecimiento rural, muy de moda ahora, por toda
España. Esta cadena hotelera se llama Casonas Asturianas y ésta que les
menciono, es una casona del Siglo XVII, perdida en medio de los bosques.
Piedra, madera, muebles rústicos que se emparentan con el entorno a las mil
maravillas. Su actual propietario la recicló y la convirtió en hostal. El mismo la decoró con su mujer y ahora viven ahí y atienden a los turistas, tan bien que uno se siente como en su propia casa. Hay varios cuartos, un living, un estar con estufa a leña y un rinconcito muy coqueto para desayunar, rodeado de enormes ventanas por donde solo se ve bosque y más bosque. Quedarse una noche sola, da pena. Y hay un cuento divertido. Se imaginarán que para
formar parte de la Cadena Casonas Asturianas, hay que cumplir con requisitos
muy exigentes de calidad. ¿Y quién creen que toma ese examen? Resulta que
una vez que los propietarios de una casona solicitan formar parte de la
Cadena, en cualquier momento se aparece un cliente anónimo... mejor dicho, un inspector solapado, sin previo aviso. Prueba las instalaciones, la comida y
sin que nadie se entere cumple su tarea de inspección. Esta Casona del
Bosque de Pumares, pasó la prueba.

Monasterio VIP

Ahora los voy a llevar hasta un Monasterio del Siglo XII, en la localidad de Cangas de Onís. Su nombre completo es: Abadía de San Pedro de Villanueva de Cangas de la Orden de San Benito de los Monjes Negros. Durante años, los claustros de este monasterio estaban ocupados por monjes benedictinos, que vivían de donaciones y de la venta en el mercado del pueblo más cercano de las cosechas de sus pequeñas huertas.

Hoy, esos mismos claustros, están ocupados por turístas de dinero, que pueden darse el lujo de pasar una noche en el Monasterio. Les explico mejor. Hay una cadena hotelera que se llama Paradores de España que recicla monumentos históricos como es este Monasterio y los transforma, respetando siempre su aspecto original, en lujosísimos hoteles. ¡No saben lo que es ese Monasterio! Uno camina por los corredores y tiene la sensación de que los muros hablan... o rezan. Da escalofríos. El espíritu del Monasterio, sin duda, sigue vivo.

Pero atención si deciden pasar una noche allí... porque los monasterios son los lugares elegidos para vivir, de otro personaje de la mitología asturiana: el cuélebre. Una serpiente alada, con cara de dragón. Es malo, malo, malo. Feo y fuerte por fuera, pero débil por dentro.

Dicen que su estómago es tan sensible que para matarlo hay que darles de comer algo con espinas. Cuenta la leyenda que los monjes que vivían en el Monasterio de Cangas, tenían que darle al cuélebre, todos los días, un pan, para que no se comiera a los cadáveres de otros monjes enterrados allí. Hasta que un día, uno de los monjes le dio un pan con alfileres adentro y el cuélebre se murió.

Les voy a leer textual, de mi libro de Mitología Asturiana, una capitulito,
escrito en idioma local sobre el cuélebre. Se titula el Cuélebre del Llavadoriu.

"Aquí hay, abajo del pueblo, un Cuélebre y hay un agujeru por donde sale
agua y le llaman Llavadoriu. Iban allí a lavar la ropa antiguamente y dice
que tienen estáu allí mujeres lavando la ropa y oír unas palmas y al momento, quitase totalmente lágua, o sea, que paró de correr el agua, eh? Entonces d'ellí a un rato que volvió otra vez a salir el agua y salía el agua suciu, de tierra. Eso lo oí yo a los abuelos míos. El cuélebre saía desde esa cueva. Nunca lo vieron pero sí estaba. Salía el cuélebre por donde estaba esa agua".

Taramundi... en Mapamundi

Nunca les pasó de sentir curiosidad por investigar sus raíces? Supongo que
a todos, en mayor o menor grado, nos pasa, sobretodo considerando que somos casi todos hijos de inmigrantes. ¿De dónde venimos? En mi caso, parece que vengo de dos lados: Francia y España. Y justamente, en este viaje que hice con Canal 12 a Asturias, me reencontré con mis raíces... Estuve en
el pueblito donde nació mi bisabuelo hace casi como un millón de años.
Además fue de pura casualidad. Mi padre, hacía poco, había encontrado unas
cartas de su abuelo...su testamento, en realidad. Y la carta estaba
fechada: 1916, Taramundi.

Por los cuentos de mi padre, su abuelo subía y bajaba del pueblo a lomo de asno. Navegando en Internet, apareció Taramundi. Un pueblito en Asturias, sin mucha pena ni gloria, ubicado en la cima de una montaña. Yo pensé "qué pena, jamás voy a ir a Taramundi, debe quedar en la mitad de la nada y seguro no está en mi itinerario". Pero qué les cuento que un día, íbamos haciendo carretera con el equipo de los Viajes del 12, yo mirando por la ventana... Con la mirada perdida en las montañas verdes y de golpe, pasó frente a mis ojos un cartel en la carretera que decía Taramundi, dos kilómetros. ¡No lo podía creer! "¡Alto, alto!", grité como loca. Mis compañeros, divinos, no lo dudaron ni un instante, dieron la vuelta y nos metimos por una callecita empedrada que supuestamente conducía a Taramundi. Todos estábamos encantados con la idea de que yo conociese mi "pasado". Pero claro, por las dudas, acordándome de los cuentos de mi padre, paré a preguntarle a un paisano si a Taramundi se podía llegar en auto. El viejo me miró con una cara como diciendo "no seas bestia, pos claro, ahora hay ruta".

Finalmente llegamos. Taramundi es un pueblito sí, pero de esos bien orgullosos. Con plaza propia y todo. Llegamos justo a la hora de la siesta
o sea, no había nadie. Una tienda estaba abierta. Y me puse a conversar
con la dueña... No saben cómo les fascina a los habitantes de los pueblitos en
España encontrar gente que vuelve en busca de sus raíces. La mujer me tomó
todos los datos y a que no saben qué, me manda cartas con datos sobre
personas que pueden ser mis primos lejanos. Alucinante.

Cuando me estaba yendo, me cruzo con un viejito de boina, barba naciente y bastón. Muy amable, me habló durante tipo un minuto por reloj. Ah, le contesté. Nunca entendí ni media palabra ...era un español tan pero tan cerrado, que hasta el día de hoy no sé qué me dijo. Sería mi tatara tío?

Pueblito... pero con Hotel cinco estrellas

En fin. Más insólito aún, es que hoy Taramundi tiene un hotel 5 estrellas.
Y es que justo, al lado de Taramundi, hay un pueblo que es monumento
histórico cultural de Asturias, llamado Teixois. Gracias a Teixois, es que
hoy, Taramundi figura en el mapa. Teixois en realidad es un conjunto de
unas 6 casas, no más, todas de piedra y techo de pizarra que parecen
derrumbarse en cualquier momento. Una región que ha permanecido alejada del
mundo durante siglos. Y fue declarada monumento histórico por un conjunto
de infraestructuras hidráulicas hechas con maderas de roble, de castaño y de
hierro, que tienen más de 500 años y aún funcionan. Las familias que vivían
en los alrededores, venían con sus cargas de trigo a utilizar el molino o el
mazo, dividiéndose en turnos horarios. Una maravilla. Así es Asturias... conserva lo inimaginable pero tienen que ir acompañados de un buen guía, que conozca cada recoveco del paisaje porque todos estos pueblitos están escondidos, no se los ve desde la carretera principal. Hay que animarse a perderse por los caminos rurales. Con confianza, porque seguro, todos dan a algún lugarcito mágico.

Un brindis de despedida... con sidra, claro

Antes de irme, quisiera hacerles un último cuento. No es sobre un personaje mitológico sino más bien una recomendación. Tienen que probar la famosa sidra asturiana. Si andan caminando por Oviedo, por ejemplo, a eso de las ocho de la noche, ya se empieza a respirar ese olorcito a manzana. Vayan a alguna sidrería. Siempre están llenas de gente, con buena onda, bien como son los españoles. Solo tengan cuidado al entrar, pueden llegar a resbalar y caer de cola al piso. Es que los pisos en las sidrerías siempre están mojados...no de agua sino de la propia sidra. ¿Por qué? Tiene que ver con el arte de servir esta bebida que tiene un secreto. Un mozo nos hizo una demostración (salpicándome toda la ropa de sidra). Casi sin mirar, de lo acostumbrados que están, levantan la botella pasando el brazo por encima de la cabeza, la inclinan, y dejan caer el chorro de sidra directamente al vaso. Por más puntería que ellos tienen, siempre algo cae al piso, obvio. Con la altura que cae la sidra, la bebida queda súper espumosa. Es en ese instante que hay que tomarla. Unos segundos después, pierde fuerza y textura y es como tomar agua o jugo de manzana. Aunque tiene muy baja graduación alcohólica, los asturianos se pasan horas tomando y picando jamón crudo así que a la salida de la sidrería no todos logran mantenerse bien erguidos...

 

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